jueves, 24 de octubre de 2019

¿Habrían salvado la vida José Antonio Reyes y su primo de haber escuchado las advertencias de un taller?

¿Habrían salvado la vida José Antonio Reyes y su primo de haber escuchado las advertencias de un taller?
El accidente que el 1 de junio de 2019 costó la vida al futbolista José Antonio Reyes, y a su primo Jonathan, y causó heridas graves a otro primo suyo, Juan Manuel Calderón, podría haberse debido a una doble imprudencia común entre muchos conductores: salir a la carretera a sabiendas de que su vehículo sufre un defecto mecánico en apariencia menor, sumado a una velocidad inadecuada, leve.Y es que Reyes, o al menos uno de sus primos, conocía que la llanta de la rueda trasera izquierda de su vehículo estaba dañada: esta causó una bajada de presión del neumático y el posterior reventón y salida de la autovía.

Así se desprende de la investigación realizada por El Español sobre la situación del coche del jugador en los días anteriores al siniestro, sobre el que el Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico (ERAT) de la Guardia Civil tiene que emitir el informe oficial para el juzgado. Sus detalles y conclusiones no se han publicado todavía.

En un reportaje, el citado medio ha reconstruido la trayectoria previa del vehículo hasta el momento del siniestro. Según este reportaje, unos días antes del fatal accidente, el futbolista, que entre semana residía en Mérida desde que fichara el unos meses antes por el Extremadura, le pide a su hermano Jesús que le lleve a un taller en Utrera uno de sus coches para ponerlo a punto. Lleva tiempo sin usarlo y lo quiere conducir otra vez. Es un Mercedes-Benz S550 Brabus.

En el taller utrerano, le cambian las llantas y los neumáticos (de perfil muy bajo) por unas iguales a las originales, pasando todos los controles de calibrado y contrapesado habituales, así como el reseteado del sensor de presión baja de ruedas, sin que ni máquinas ni mecánicos detectaran ninguna anomalía. Asimismo, el coche vuelve a ser revisado en la Inspección Técnica de Vehículos adonde, tras esta revisión integral en el taller, lo llevó Jesús Reyes para que su hermano José Antonio pudiera usarlo con tranquilidad la semana siguiente.

"Ya lo arreglaremos mañana"

El domingo 26 de mayo, el Extremadura UD de Reyes se asegura su permanencia en Segunda División y como premio, el entrenador le da unas jornadas de descanso a la plantilla. Reyes vuelve a Utrera con su familia y de aquí se incorpora otra vez al trabajo en Almendralejo el jueves 30 de mayo.

En este viaje, el exjugador de la selección española conduce su recién revisado Mercedes acompañado de sus primos. Reyes entrena en Almendralejo el jueves 30 y el viernes 31. Este día, tras el entrenamiento, uno de sus primos lleva el coche a un taller de Mérida, porque se han dado cuenta, presumiblemente gracias al TMPS que le han ajustado días antes en Utrera, de que hay un problema en una rueda.

Este taller es, al igual que el de Utrera especialista en neumáticos y llantas, informa a uno de sus primos (que es el encargado de llevar el coche al taller) de que la rueda trasera izquierda tenía “una llanta rajada”, lo que había causado la bajada de presión del neumático. Les advirtió de que “así no se podía” salir a la carretera, por el riesgo de que el borde metálico dañado mordiera el neumático y reventara. El cliente, que “tiene la última palabra”, respondió “ya lo arreglaremos mañana en Sevilla”, se entiende que en su taller habitual de Utrera, y se marchó.

En el taller de Mérida precisan que la grieta que le detectaron con una máquina no se ve a simple vista y que le advirtieron de que así no debía salir a la carretera. Es más probable, según su experiencia, que ese pequeño defecto se debiera a un golpe, a un llantazo, que a un fallo de fabricación. En ese momento, la opción más segura, habría sido dejar el coche en ese taller (aunque obligaría a una espera de horas o días) o llamar a la grúa para que se lo llevara a Utrera. Pero el conductor pensaría que el defecto no entrañaba tanto riesgo y que bien podía asumirlo y esperar unas horas y unos pocos centenares de kilómetros.

La grieta en la llanta la habían detectado pronto en el taller de Mérida, según se deduce del testimonio de su dueño, lo que implicaría que el daño se produjo después de pasar por el taller de Utrera y de la revisión de la ITV. En todo caso, el conductor, desde ese momento, sabía y estaba advertido del fallo y riesgo de la rueda y decidió proseguir, incurriendo en una imprudencia de consecuencias nefastas.

El sábado 1 de junio, día del accidente, Reyes conduce de Mérida a Almendralejo para participar en el entrenamiento previo al partido que tienen al día siguiente en Cádiz. Tras los ejercicios, el entrenador anuncia la lista de convocados entre los que no está Reyes, pues, con la salvación asegurada, decide darle descanso.

El viaje del accidente

Entonces el futbolista, junto a sus dos primos, se sube al coche para regresar a Utrera y reunirse con su familia. Viajan con la llanta dañada y la presión de la rueda baja, lo que recalienta la goma. Esta circunstancia habría requerido una conducción muy prudente, pues en caso de reventón, la dificultad para controlar el vehículo y el tiempo para detenerlo aumentarían conforme a la velocidad.

¿A qué hora parte de Almendralejo? El dato es importante para calcular la velocidad media a la que circula hasta que se produce el accidente. Ningún radar registra infracción alguna de velocidad, según se ha filtrado del último informe de la Guardia Civil, lo que no excluye que rebasara el límite en algún tramo intermedio sin ser detectado. En el Extremadura UD explican que no saben cuándo se fue exactamente hacia Utrera. Pero, teniendo en cuenta la duración del entrenamiento, de alrededor de una hora, y el tiempo de la ducha y el encuentro con el entrenador, tuvo que ser después de las 10. Con una conducción reglamentaria se tarda 1 hora y 47 minutos, según Google Maps, en recorrer los 192 km que hay entre la ciudad deportiva del Extremadura y el punto kilométrico 18,200 de la autovía A-376 Sevilla-Utrera.

En este tramo, en torno a las 11.40 h, el neumático de la rueda trasera izquierda revienta, el vehículo zozobra y Reyes frena para intentar controlarlo. El Mercedes se sale de la autovía por la derecha y, más de 100 metros adelante, se estrella contra un muro de conducción de un arroyo, vuelca, atrapando a sus ocupantes, y sale ardiendo.

En los siguientes días, se publica en diferentes medios, que el conductor iba, según las primeras estimaciones, a 237 km/h; luego, que al menos a 220; y más recientemente, que por encima del límite de 120 pero por muy poco. Aún no se conoce el cálculo del informe oficial que establecerá las causas del siniestro y si el conductor cometió un delito contra la seguridad vial por conducir a una velocidad temeraria, si incurrió sólo en imprudencias leves o por el contrario no tuvo ninguna responsabilidad en la desgracia. Un estudio particular dirigido por la perito Myriam Moya concluyó a finales de junio que el vehículo circulaba a entre 111 y 128 km/h cuando reventó la rueda en un tramo limitado a 120.

Si la investigación del ERAT confirma tanto la versión de los dos talleres (un daño ajeno a ellos en la llanta, que el conductor conocía y no arregló a tiempo) como el estudio privado de Moya (que concluye que Reyes conducía en los límites de velocidad legales), eso cambiará el significado de su tragedia: una suma de pequeñas imprudencias cotidianas, extendidas y aceptadas entre muchos conductores: echarse a la carretera aun sabiendo que el coche no está bien y hacerlo a una velocidad inadecuada, sea menor o mayor al límite legal, para ese estado mecánico.